· siete claves de arco ·
Viña Lanciano, Logroño
Festival Concéntrico 09
La construcción de una nueva infraestructura superpuesta propone reflexionar sobre el lugar, el paisaje y el tiempo. Este artefacto debe su existencia a la evocación de un instante perdido, contenido en siete claves de arco suspendidas de una gran cimbra, estableciendo una relación diacrónica entre el espectador y la memoria del territorio.
En las inmediaciones donde se ubica la intervención aún permanecen los restos del puente Mantible [puente antiguo], una infraestructura en ruinas fundamental en la comunicación medieval entre Logroño y Assa, y que a día de hoy sigue siendo origen de toponimias como la de una de las parcelas vinícolas del lugar. Actualmente quedan en pie dos de los siete arcos que lo formaban, siendo la referencia desmembrada de un movimiento del pasado, los vestigios de la capacidad transformadora del habitante en el medio. El proyecto evita la mera reconstrucción histórica del puente para indagar acerca de las proporciones y procesos constructivos que lo vinculan al instante en que las claves de sus arcos entran en carga.
El objetivo de la intervención es volver al origen de este elemento en ruinas generando un nuevo hito en el paisaje mediante la superposición de siete bloques de piedra, o siete claves de arco, suspendidos en una infraestructura a modo de cimbra sobre la mirada de los observadores. Este elemento distribuye cuidadosamente unos elevados pesos, buscando provocar una cierta desazón o miedo estructural en los visitantes al hacer perceptible la escala colosal de una infraestructura casi desaparecida, aunque fuertemente arraigada en el desarrollo territorial de la región.
El uso de materiales originales como la madera – aglutinando paneles de chopo Garnica– y la piedra, conectadas mediante tornillos, pernos, pletinas metálicas y cimentada en una zapata que ejerce de contrapeso, da forma constructiva al nuevo artefacto. Esta cimbra reinterpretada hunde sus raíces en un territorio definido por cercas y estacas empleadas para conducir el crecimiento de las viñas autóctonas. Tras el ocaso, la estructura alámbrica desaparece para dejar suspendidas las siete claves tenuemente iluminadas, convirtiéndolas en un hito paisajístico nocturno.
Una longitud de 164 metros de recorrido, siete arcos que, suspendidos sobre la superficie del río Ebro, llegaron a tomar catorce metros de altura, numerosos de bloques de piedra, argamas y cimbras perdidas. Una esbelta torre que paraliza el instante en el que una multitud de elementos aparentemente inconexos entran en cargan, trabajan de forma armoniosa y construyen un camino.