· casa VIII [de la muchacha dorada] ·
Reforma de vivienda en Granada
La muchacha dorada se fue. Dejó tras de sí una casa ocupada por molduras, rocallas, volutas de todo tipo, forma y tamaño; objetos todos ellos chapados, pintados, revestidos o íntegramente compuestos por materiales áuricos; libros, páginas y textos conectados con mil y un lugares inventados. Sin ella, cambiaron los modos de habitar, y, tras su transformación, los espacios se despojaron de esa luz densa y reflejada en sus complejas superficies, a veces bruñidas y otras envejecidas, desbaratando una atmósfera largo tiempo unida a este lugar.
En una casa que ha sido habitada por tres generaciones, el proyecto se convierte en un diálogo entre dos materias: el pavimento de mármol blanco de veta azulada original y una nueva envolvente de madera de fresno. La piedra se convierte en una alfombra continua en todas las estancias, llegando a elevarse en ciertos puntos singulares y creando nuevos volúmenes como la barra de la cocina, el cuarto de baño o el mirador sobre la ciudad, mientras que la madera da forma a los programas servidores de la vivienda –cocina, almacenaje, biblioteca – que conforman los límites del proyecto hacia el interior del edificio.
Estos nuevos espacios quedan ocultos en el poché 1 del muro de fresno, un nuevo paramento intricado que segrega la zona de día de la zona de noche mediante un espacio ambiguo y fluido que hace las veces de biblioteca. Siguiendo la directriz de este muro equipado, las antiguas molduras neobarrocas de los techos se transforman en un negativo de lo que fueron, a modo de espacios vacíos que circundan la vivienda o repisas elevadas para el almacenaje de multitud de objetos.
De algún modo, los nuevos espacios aspiran a ser herederos de un estado anterior más denso y artificioso, mediante juegos que permanecen en lo subliminal como la interpretación, la inversión, la referencia, el contraste entre lo reciente y lo afectado por la pátina del tiempo y la materia. A este fin, la casa mantiene la reminiscencia áurea que fue confeccionada por su habitante original, aún presente en los materiales y acabados de elementos singulares, que evocan la memoria de lo dorado y su atmósfera de luz mezclada.
La muchacha dorada nunca se fue del todo.
1. Poché
[Del fr.] Espacio oculto y de servicio que anida en el interior de muros.