La casa es un diálogo entre lo tectónico, una plataforma de granito que nace del propio terreno, y lo estereotómico, un pabellón de llegada que mira al paisaje de encinas y pinos del lugar.

El paisaje de la Sierra Sur de Madrid en el que se encuentra la vivienda destaca por su relación con el granito como material constructivo. Los caños y sus fuentes, las presas, los arranques de las viviendas tradicionales de la zona, las posadas y tenerías, nos hablan de una voluntad de esculpir el paisaje y de utilizar el propio suelo para generar arquitecturas.

La vivienda cuenta con una planta baja encajada en la ladera, en la que se localizan las estancias de descanso. Al abrigo de la roca y ligeramente enterradas respecto de la cota de la terraza inferior, ofrecen una forma de mirar al jardín que posiciona la vista a la altura del suelo y del arranque de los árboles. La zona inferior también cuenta con habitaciones de almacenamiento e instalaciones y un acceso exterior. La forma de este cuerpo tectónico surge de adaptarse a las curvas de nivel y los contornos quebrados que generan, así como por los árboles preexistentes. Estas preexistencias naturales establecen los límites de la arquitectura.

Sobre este basamento se proyecta un pabellón atravesado por múltiples miradas al paisaje que introduce a los habitantes de la vivienda en su interior. En él se sitúan el acceso principal de la vivienda, una gran sala y una cocina volcada a un patio de encinas al que se abraza el cuerpo de la vivienda. La arquitectura sobre la plataforma de granito está definida por el deseo de mirar, pero también por los tres elementos a los que se enlaza: una lámina de agua para bañarse esculpida en la plataforma, una chimenea que queda entre el interior, donde es un hogar, y el exterior, donde se configura como zona de barbacoas, y un cuerpo de escalera que domina la parcela y se erige como un hito sobre las copas de las encinas.